lunes, 19 de julio de 2021

Un cirujano de Auria en Río Muni: el Dr. Alberto Sierra Carrasco

Recientemente se publicó en el diario local La Región, una columna/retrato del cirujano ourensano Jorge Alberto Sierra Carrasco.  En pocas líneas, el columnista Chicho Outeiriño consigue una interesante semblanza de este cirujano, así como algunas stories de su periplo vital profesional como médico en Río Muni (Guinea Española). Tras la breve etapa en Guinea, ya desde los años 60 se instala definitivamente en Ourense dedicándose a la sanidad y la cirugía ourensana en el sector público y privado hasta el fin de su vida profesional. Varias de sus hijas continúan hoy vinculadas al mundo sanitario ourensano.

El doctor Alberto Sierra Carrasco en el centro sanitario en Rio Muni -Guinea Ecuatorial, años 60. Operaban de día cerca de la ventana porque era la luz más potente de que disponían (Archivo familia Sierra, facilitado por Myriam Sierra). 

Mbini, Rio Benito-Rio Muni 


 El doctor Alberto Sierra Carrasco en el centro sanitario en Rio Muni -Guinea Ecuatorial (ANTIGUA GUINEA ESPAÑOLA), años 60. Operaban de día cerca de la ventana porque era la luz más potente de que disponían ( Archivo familia Sierra, facilitado por Myriam Sierra). 


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Anuncio de su clinica en Ourense. El Pueblo Gallego, diciembre de 1963.



 El dr. Sierra en 1995 en el acto de despedida de los MIR en 1995 en el Complexo Hospitalario de Ourense . A la derecha en la foto el internista el  Dr. Manuel Seco (Archivo familiar, facilitado por Myriam Sierra). 
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Una imagen reciente del Dr. Alberto Sierra (Archivo familiar, facilitado por Myriam Sierra). 
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Reproducimos a continuación el texto y el enlace al articulo en La Región:

Un paseante Alberto Sierra, el medico que operó en Guinea
por Chicho Outeiriño
Nacido en Sáa de Sadurnín, aldea encima de la autovía Ourense-Vigo, a poco distancia de As Chavolas, fue Alberto Sierra, uno de esos que recién estrenada la carrera de Medicina no se lo pensó dos veces cuando el Dr. Meleiro, anestesista, amigo de profesión, le dijo que por qué no se iba a la hoy Guinea Ecuatorial, Guinea Española, que entonces se decía, colonia cedida por Portugal a España en 1778, a la que se dio la independencia en 1968, con Fraga como representante del gobierno franquista, para ocupar una plaza de médico en Rio Benito (Rio Muni), donde un hermano tenía una farmacia. Aún veinteañero, cogió el andante con la libertad que la soltería da, y allí se plantó en la citada población con rio donde por tres años ejercería, además como arriesgado médico de consulta privada, dejando una estela de 1.000 operaciones quirúrgicas de todas clases. Éstas, si en el hospital Público. Aquellas gentes acudían en masa a su consultorio, a veces medio millar entre más acompañantes que pacientes, que despachaba en un día, gracias a su ojo clínico. Pocos cuartos traería a la vuelta porque muchos clientes de tan escasos recursos que apenas tenían para el viaje de sus poblados al consultorio. 
Además, Sierra era de esos médicos que ejercían en aldeas ribereñas, remontando el rio en barco más de una hora, o también pasaba consulta allí, en los poblachos del interior de la selva. Por Rio Benito o Rio Muni o Muné o Mbini como le llaman los guineanos, ese muy caudaloso que atraviesa el país, casi 400 kilómetros desde sus fuentes en Gabón, por el que bajaban lo troncos flotables de las maderas más preciosas, y los que no lo eran, en barcazas, hasta ser embarcados rumbo a Europa, allí donde el fluvial tramo más amplia ría o mar pareciere. Vivir en la selva entre miríadas de mosquitos no es plato de gusto, aun para quien en el vigor de una juventud en busca de profesionales experiencias que, indudablemente, le marcaron.
Estos médicos como Sierra, superviviente con dos hermanas de una familia de doce, nacida toda al amparo de los muros de un familiar pazo, me recuerdan a tantos otros, que aunque de privada cobranza de honorarios, no dejaban de hacer voluntariado como tantos otros que se fueron allende nuestra tierra y no pocos gastando sus veraniegas ocios, sin que de ellos mucho se conozca, en un no sepa la mano izquierda lo que la derecha hizo.
Mi encuentro fortuito con Sierra por el paseo Barbaña me dio la oportunidad de escuchar a una mente despierta como la de éste más que nonagenario que aún se da sus paseos para mantener lúcida la mente a la par que el vigor del cuerpo.
 Sierra fue un cirujano de referencia en la Residencia Sanitaria, maestro de unas cuantas generaciones, con sanatorio propio, que aun hasta hace poco en activo y que forma en la pléyade de aquellos hoy pasados los noventa aun supervivientes como Carlos Guitián, urólogo reconocido en la pública y la privada, presto a implicarse en pro del galleguismo y de la Naturaleza; Gonzalo Rodríguez, el pneumólogo, en aquel entonces joven médico al que conocí con mi padre en visita de enfermos, cuando de prácticas en un sanatorio de Piñor, por entonces antituberculoso, y luego fue referente en la Residencia Sanitaria (hoy CHUO); J. Luis Santos Ascarza, segunda generación de reconocidos cirujanos de una saga familiar de profesionales de prestigio, de procedencia de la Rioja navarra, que ejercería con sus colegas Sierra y Prudencio, operando avanzados en edad cuyos saberes fueron perdiéndose por el decurso de los años…aunque no del todo, porque los referentes siempre crean escuela. Más nonagenarios habrá de los que uno memoria no tiene.
Este camino, concurrido como los del Miño y Loña, demuestran que hay que crear espacios; luego aparecen los caminantes. Han bien reparado el tramo de este paseo Barbaña, de losas muy movibles, algunas rotas y no sustituidas por cemento, una barbarie que se repite en muchos tramos de aceras urbanas. Aquí, la reposición con las mismas losas y terrazos, sin recurrir a lo fácil de un parcheado de cemento. Allí un estanque con surtidor pocas veces funcionando, donde los alabancos o ánades reales acuden desde sus dormideros miñotos, y las urbanas palomas a la búsqueda de migajas
Los atardeceres junianos, los más alargados del año, dan para mucho y para concurrencia de tanto paseante al que los médicos han sacado de su confort de sofá; se nota por los que pueblan, ya las márgenes del Miño, ya las del Loña o las del Barbaña-Pontón.
Hagamos paseos y habrá paseantes sin las temidas trampas de una oscilante losa o la carencia de ella.
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